El Teatro de la ”Luenga”

En el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), realizado en el mes de marzo del año 2019 en el Teatro del Libertador General San Martín, ciudad de Córdoba, República Argentina, pudimos contemplar un histórico espectáculo

Por José Muchnik (Desde París) Marzo 2018

 (Se escucha una cumbia villera in crescendo barriendo una escena a obscuras: ¡La luenga! ¡La luenga! ¡Se les pudrió el chamuyo! La misma falopa en otros cucuruchos. ¡Se viene la maroma! ¡Qué joya! ¡Qué joya! ¡La luenga! ¡La luenga! ¡Se les pudrió…)

Nota para archivos: en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), realizado en el mes de marzo del año 2019 en el Teatro del Libertador General San Martín, ciudad de Córdoba, República Argentina, pudimos contemplar un histórico espectáculo “¿Pero, señores míos, estamos en el teatro o estamos en la calle?” Pregunta Luigi azorado (nadie responde) No importa ¡Sigan! ¡Sigan! “El hombre creó el teatro para representarse la vida” ¡Gracias maestro Pirandello! ¡Grazie mille! 

Tres personajes en busca de su autor: El Rey, El Presidente, El Caballero Nobel.

Tres actores corriendo detrás de sus personajes: Felipe, el rey que quisiera ser rey, Mauricio el presidente que quisiera ser presidente, el Caballero Nobel que quisiera ser noble.

¡Que suenen trompetas! ¡Su majestad!

El Rey (entra con traje apropiado): Baraja espadas y queda tuerto al lanzar “Vuestro José Luis Borges, nuestro, también, por universal, dejó escrito que…”  

Un murmullo sube de la sala, inunda la escena. La maldición borgiana no perdona la ignorancia, llega del más allá como lluvia de estrellas y le revienta un ojo al monarca. Disculpe, merece el castigo, le dice con voz muda contundente. Usted sabe que nombrar bien las cosas y los hombres es de primordial importancia. El tigre ve en el espejo su propio laberinto, los nombres son mucho más que nombres. A usted lo nombraron rey antes de tiempo, o tal vez con tiempo ya quemado, no pudo encarnar su nombre, lee discursos que no ha escrito, que ni siquiera ha corregido, no habla por su boca, eso no es digno de un rey. Recuerde, no juegue con los nombres, su padre no debió cazar, ni mujeres ni elefantes. Todo se repite mas nada se repite. Deja una tarjeta y se esfuma de escena hacia su calma eternidad.

Felipe VI (tuerto y destronado, se precipita para leer la tarjeta) “Que la palabra rey coincida con un rey raramente sucede. ¡Cuidado! La próxima vez que me pronuncie podría perder el otro ojo. Averigüe la historia de mi nombre y de su propio uniforme”. Firmado: Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo. El rey sale vociferando: ¡¡¡Coño, coño, coño…!!! ¡Letizia joder! ¡Basta de pantomimas! ¡Divorciémonos ya! ¡Ni siquiera puedes corregir un discurso! ¿¡Mirtha Legrand!? ¿¡Eso es lo que te preocupa!? 

El Presidente (rostro crispado, cabalgando una sota de bastos se despeña en las escalinatas del teatro, destroza palabras y sintaxis en su caída, el público corre despavorido): “Imaginemos si acá los argentinos hablásemos argentino y los peruanos, peruano, y los bolivianos, boliviano, y necesitásemos traductores para hablar con los uruguayos […] No nos olvidemos de la primer gran vuelta al mundo. Esta expedición [La de Juan Sebastián Elcano] marcó un antes y un después en las comunicaciones y el comercio y tal vez fue el inicio de lo que hoy conocemos como la globalización” Lanzó en un alarde de ignorancia y obsecuencia. 

Josecito (niño poeta ferretero, personaje imprevisto, reacciona desde el público, el servicio de seguridad intenta expulsarlo, Pirandello interviene: déjenlo, es sólo teatro): Si no sabe hablar renuncie, lo menos que le podemos exigir a un presidente es que sepa hablar. Si yo dijera “una bulón”, “un pinza”, “una clavo” ¿Merecería mi título de ferretero? Y eso es lo de menos. ¿Escuchó al maestro Borges? ¿Entendió la importancia de nombrar bien las cosas? Esa “globalización” que usted menciona es trucha, globalizan la vitrina, las pantallas, las series; las “Comodities”, hasta los tornillos vienen de China. En realidad el mundo vive una gran fragmentación, gente fragmentada triturada astillada por poderosos sin escrúpulos, aire mares selvas fragmentadas, aves fragmentadas con tripas plastificadas… ¡La gran fragmentación! ¡Eso es lo que vivimos! Eso es lo que vuestra lengua mayonesa pretende ocultar. ¡Un momento! ¡No se vaya!. Le aclaro que en Bolivia no se habla sólo castellano y que en el mismísimo país que Usted preside se habla también, guaraní, mapudungun, mocoví, pilagá, qom quechua, wichí… y otras bellas melodías que mujeres y hombres, niños y ancianos, tardaron milenios en componer, son patrimonio de la humanidad, forman parte de su diversidad, la diversidad que estáis arrasando, necesaria para respirar. Un presidente que no sabe hablar, que ni siquiera sabe cómo habla su país, debe renunciar por ignorante. 

Mauricio (el rostro descompuesto, olvidando la postura presidencial del personaje): ¡Insolente! ¡Niño insolente! ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Qué esperan para echar a ese pendejo de mierda! ¡Venir a darle lecciones al Presidente! ¡Sí soy yo! ¡Soy yo! ¿¡A alguien le caben dudas!? ¡Soy yo! ¡Soy yo! Sigue gritando como loco, corriendo en círculo desaforado.  

Black out (en off se escucha la voz de Franco, padre de Mauricio): Te lo dije Mauri, no era un trabajo para vos, no podés decir que no te lo dije. 

Caballero Nobel (luces acompañan sus pasos hasta el podio premiado que legitima falsas verdades):

“Los americanos no se entendían y por eso mismo se mataban. América era una torre de Babel cuando llegaron los europeos y estaba literalmente bañada en sangre […] Las controversias que ha generado la conquista desaparecen cuando se trata de la lengua. Nadie discute la importancia que significó el unir en una sola lengua la extraordinaria diversidad que caracterizaba a este continente” Afirmó con debida sumisión al Rey defendiendo el rol “civilizador” de España al habernos incorporado “al mundo occidental” 

Varguitas (escritor que el Caballero Nobel abandonó en su carrera): Dices burradas. ¿Acaso pretendes que la diversidad lingüística fue o es causa de las guerras? Tú sabes que no es así. Tú sabes que en América hubo vencedores y vencidos, tú conoces las atrocidades cometidas por los hombres de acaballo blandiendo cruces y espadas, tú sabes de los genocidios, de la matanza de mujeres y hombres, de la persecución de sus lenguas y creencias. Lo sabes Caballero Nobel, mas te has convertido en un obsecuente del poder, un lustrador de botas de lujo, hablas para halagarlos pronunciando falsedades a medida. ¿Te acuerdas de “La ciudad y los perros”? ¿De la Casa Verde? ¿De la fiesta del chivo? Después la fama, quisiste ser presidente, te ganó el chino, te creció el ego como un tumor maligno, entre el Nobel y el noble surgió un precipicio. Acuérdate “Todos caminamos hacia el anonimato, sólo que los mediocres llegan un poco antes” ¡¿Cómo quién lo dijo?! Borges, Jorge Luis. No te acomplejes, no se refería a ti, nunca te leyó, vamos, baja del podio, volvamos a casa, Varguitas te espera, él sabrá perdonar.

Fin: Los actores saludan, los personajes lloran, el público aplaude. No se sabe bien qué aplaude, pero aplaude.

 

Epílogo (Josecito en la calle, repartiendo volantes): ¡Señoras y señores, el teatro continúa! ¡El teatro de la vida! Varguitas toma uno y lee. “Seguimos luchando por palabras verdaderas, que jazmín sea jazmín, tambor tambor, cielo cielo, que sonido y sentido se acoplen en mismo vuelo. Terminemos con la manipulación de lenguas y lenguajes. Devolver a Democracia sabor a pueblo, dejar Libertad revolotear en el tiempo, conjugar Fraternidad sin miedos. Entonces señores predicadores de la pasteurización global, Señor Monarca, Señor Presidente, Señor Caballero Noble sin nobleza, cuando palabras broten fértiles, cuando muros derribados, cuando florezcan abrazos…, entonces podremos comprendernos entre humanos. Pero mientras un puñado de rapaces concentre la riqueza, fermente guerras, especule sobre el hambre ajena, nadie se entenderá con nadie, aunque barboteen todos las mismas lenguas”. Firmado: Josecito, niño poeta ferretero.

Varguitas: Vamos muchacho, vamos a compartir un choripán, que no te seduzcan tronos ni premios.

El amor, única residencia que vale la pena.

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