El día menos pensado

El día menos pensado

Por Mario Bellocchio

 

                                                       (…) “Tú, hipócrita que te muestras / humilde ante el extranjero / pero te vuelves soberbio / con tus hermanos del pueblo. //                                                             ¡Oh, Maldición de Malinche! / ¡Enfermedad del presente! / ¿Cuándo dejarás mi tierra? / ¿Cuándo harás libre a mi gente?”

“La maldición de Malinche” – Gabino Palomares

 

Hace tan solo un par de meses esta pesadilla era inimaginable hasta para los propios macristas. ¿Qué pasó? ¿Qué diablo metió la cola?

Aunque todavía medio país esté bajo los efectos del lucky punch1 del adversario político –y aun necesite digerirlo para analizarlo a fondo– ya se puede ir bocetando la conclusión –definitiva a esta altura– de que sería apresurado encontrar “un culpable” cuando queda claro que hubo una confluencia de torpezas, errores y traiciones que generaron la debacle. Debacle porque lo central es que el adversario va a quedar instalado, esencialmente, en la Casa Rosada y en la Casa de Gobierno de La Plata, por nombrar sólo los centros neurálgicos, y no por la diferencia en el balotaje, que resultó mínima.

Diálogo reciente en una carnicería del entorno barrial: –(Cliente) ¡Cómo aumentó todo! –(Humilde joven obrero que despacha) Sí, se disparó…, y mal… –(Cliente) Y… ya vemos lo que trae Mauricio… –(Joven, contrariado) ¡Mauricio asume el 10 de diciembre!  Ya le explicaron desde su “centro de convicciones” que aun Macri no gobierna y que lo que suceda hasta el 10 de diciembre es “culpa K”. Y él compra en la supina ignorancia de que “el 11 levanto el cepo” es el disparador de la especulación, convencido de que con su voto amarillo está a salvo del devorador de salarios, ignorante de que detrás de la máscara de la alegría el vaso nunca se va a derramar para su lado, de que si se vende menos carne a raíz de su precio y no se necesitan tantos para despachar, se va a quedar en la calle. Jóvenes cabezas huecas cooptadas por odios futboleros trasladados a lo político que superan –y en mucho– a las “gastadas” de haber perdido un clásico. ¿Quién lo convenció? ¿Cómo? ¿Con qué argumentos? ¿Por qué ese pibe milita en las filas de sus patrones y les da razón democrática para imponerse en los comicios? Pero, sobre todo ¿Qué se hizo mal de este lado del mostrador para que diera la espalda a las ideas que promueven y amparan a los de su clase social?

No se perdió el 22 de noviembre. El 25 de octubre, a pesar de que Daniel Scioli se impuso en el recuento general, el FpV ¡perdió la provincia de Buenos Aires! Kronos mediante se puede caer en el facilismo de que Aníbal Fernández tenía muchas contras como candidato; de que una imagen femenina, de una “corrección expresiva” de esas que encantan al mediopelo argentino, contrastaba con los agudas observaciones del “Bigotón”… Lo cierto, una vez abiertas las urnas, es que se pudo concluir que el reparto de tijeras en los cuartos oscuros fue extraño: el corte de boletas, una tarea denodada: ¿Julián Domínguez y Fernando Espinoza, no tienen nada que explicar? Y no a “La Nación”, sino al partido: “el peronismo se aburguesó y prefirió la comodidad de la función pública al calor de la gente”. “Ése fue el resultado en la provincia” –dijo Domínguez al centenario diario porteño mientras agregaba a sus palabras: “de ninguna manera votaría a Aníbal (Aníbal Fernández , jefe de Gabinete Nacional), como titular de la Auditoría General de la Nación”. Clarito el énfasis en los rencores…

El 25 de octubre, la euforia macrista y la liviandad triunfalista de los –hasta entonces– indecisos, llevaron a las nubes la cotización de las acciones amarillas y depreciaron a las naranjas. Ahí comenzó la denodada tarea militante que logró decrecer la obtenida ventaja opositora a un mínimo que, de todos modos, no alcanzó para imponerse. La militancia comprendió, como nunca lo había hecho antes, que la dificultad a superar era convencer a los que navegaban en un mar de dudas: bajar el tono, exhibir razones, mostrar los riesgos de caminar por la cornisa con el “cambio” que propone el adversario, dejar de predicar a favor de Cristo dentro de la iglesia donde ya están todos convencidos de deglutir la hostia. Se vistieron de caballeros y emprendieron las Cruzadas con armas de predicadores. Pero no alcanzó…

Cristina –CFK para la oposición– dio sus últimos pasos decidiendo manu militari –a dedo, ¡bah!– que Scioli iba a representar al Frente para la Victoria en detrimento de Randazzo. Los números previos lo sugerían como una aconsejable medida: no fuera a ser que la monumental obra ferroviaria al mando de Florencio, encarada en los últimos tiempos, lo proyectara como elegido interno en las PASO con escasas posibilidades una vez arrojado al ruedo nacional. Y justo es decir que Scioli no defraudó en cuanto a su entrega proselitista. En más de una oportunidad parecía que recorrían el país varios dobles del candidato. Pero, finalmente, como una autóctona “maldición de Malinche”2 al ascenso a la Presidencia del Gobernador de la Provincia de Buenos, la secular sentencia se cumplió. Continuó y hasta se exacerbó la tarea de mostrar gestión en un vano intento de compensar las tapas de Clarín y toda su caterva multimediática. Proliferaron las cadenas nacionales en el convencimiento de que de no ser así nadie se entera. Y la imbatible estadista que sostuvo este barco en medio de la tormenta socioeconómica mundial sintió la necesidad de navegar –a la hora de las urnas– por militantes aguas juveniles con encendido tono de fervor agradecido. La militancia se proyectó y equilibró diferencias en el último peldaño. Y el adversario se irritó más aun con las cadenas nacionales ¿Quién se siente con derecho a afirmar si en la balanza esa actitud sumó o restó? Cristina parte con merecidos honores. Dignamente, con la cabeza alta, luego de soportar años de horribles diatribas y ofensas, devolviéndolas con obra social, “empoderando” –como suele decir– a las clases populares más necesitadas, dejando sembrada la semilla del equilibrio social en medio de este marasmo del retorno al capitalismo más salvaje.

 

(1) Lucky punch (“golpe de suerte”): se dice del golpe que revolea, en su desesperación, un boxeador que va perdiendo por puntos y logra asestárselo al adversario noqueándolo, cuando pocas eran sus probabilidades de victoria

(2) Malinche fue la hija de un cacique mexicano entregada a Cortés como esclava. “La maldición de Malinche” es una canción contemporánea de Gabino Palomares que personifica en Malinche al pueblo seducido por los conquistadores.

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