“Che, Francisco…”

por Tito Vaccaro

Tenés que volver. Lo antes posible. Te fuiste tan de golpe. Sin despedirte. “Si vieras que linda está la Argentina”, sigue cantando el Cacho azulgrana. Pero a vos no se te puede mentir. En realidad las cosas no están muy bien que digamos.

En cambio, el barrio sí que está lindo. Las veredas anchas de Boedo…  Murales, pintados a mano y corazón, que nos reflejan en cada calle. Por Mármol, por Salcedo, Doblas, Las Casas. Si le decís a algún cardenal desocupado te los puede hacer ver por Internet. Están pintados a todo color. Farro, Pontoni y Martino. Lángara, el sapo Villar y el lobo Fischer. El tango, Pappo y el mismísimo Pedro Bidegain. Si hasta vos sonreís desde la pared junto a la Santa Sede, como dice el epígrafe de la imagen del viejo Gasómetro.

Claro que allá tienen pinturas más famosas. Y artistas con siglos de marketing. La Capilla Sixtina de Miguel Ángel Buonarroti. ¿Y la Capilla de San Antonio qué?  Por acá el apellido del Miguel Ángel es Tojo, que dibujaba con la zurda. ¿Y a quién le importan las obras de Rafael Sanzio en los museos vaticanos? El único Rafael que reconocemos por acá es el tucumano Albrecht.

La cosa está lista. Ya se firmó todo con los del supermercado. Y les vamos a dejar seguir usando nuestros colores en el logotipo. Falta menos. ¿O estás demorando tu visita hasta la inauguración del nuevo estadio? No te hagas rogar. Mirá que nosotros cumplimos. ¿Que recemos por vos? Rezamos. ¿Que te gustan los alfajores? Te los llevamos. ¿Que ganemos la Copa? La ganamos.

De última te venís de incógnito. Sacate el gorrito y ponete anteojos de sol. Nosotros te vamos a cubrir. ¿Qué te cuesta unos días? ¿No estarás exagerando con  eso del apostolado planetario? Dejá un suplente. El trabajo de dos mil años no se va a venir abajo por un par de semanitas. Él te va a comprender.

Tenés que venir. Pronto. Porque si siguen así las cosas,  el panorama se puede ensombrecer aún más. En lo futbolístico, claro. De política que te cuenten otros. La cuestión es la AFA. Es un caos total. Y quizás haga falta alguna instrucción que baje directamente desde los cielos. No vaya a ocurrir que los coletazos nos dejen sin la fiesta de la vuelta gloriosa.

Muchos de nosotros hasta esperamos que el milagro sea completo. Porque en lo más profundo conservamos  a los cuervitos que fuimos hace décadas. Si hasta alguno cree que volverá a entrar por Inclán; dejar a la izquierda la pileta celeste en la que aprendió a nadar; a la derecha, el Salón San Martín donde aprendió a bailar; y sentarse en la tribuna de madera casi vacía, donde una noche de Carnaval aprendió a besar. Como tantos miles de abonados a los sueños santos, ese pibe afirma que volverá a gritar los goles de los campeones del 59 sentado con su viejo en la platea del sector Lazzari, o de los Matadores, quedándose afónico junto a sus amigos en los tablones de la popular.

Estamos a mitad del camino del gran retorno. La gesta está en plena ejecución. Te necesitamos para llegar seguros a destino. Volvé. No te hagas rogar. El gordo Troilo decía que siempre estaba llegando a su barrio, que si se alejaba se lo reprochaban las estrellas que iluminaban la casa de su vieja.

Para vos todo va a ser más fácil, Francisco. ¿O Jorge? Dale, encendé el GPS divino y venite ya.

Si no lo hacés, que te perdone Dios.

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