A 60 años de la “Libertadora”

El 16 de septiembre se cumplen 60 años del golpe autodenominado “Revolución Libertadora” que desalojó a Perón de la presidencia. En esa fecha se reanuda la larga serie de intervenciones militares en el poder civil nacidas en 1930 y culminadas, trágicamente con el “Proceso” de los 70

 

Los hechos

El 16 de septiembre de 1955 se produce el golpe de Estado conocido como “Revolución Libertadora” que derroca a Juan Domingo Perón. Con la complicidad de algunos partidos políticos, la jerarquía católica, grupos económicos

concentrados y el velado apoyo de los servicios de inteligencia británicos, se fuerza la renuncia del presidente constitucional Juan Domingo Perón. Mientras el presidente marcha al exilio, la dictadura surgida del golpe de Estado intenta reinstaurar un sistema político, económico y social propio de la llamada “década infame”, para lo que se vale de la persecución política y la proscripción del partido peronista, sus líderes y sus símbolos, llevando la situación hasta el extremo de considerar delito el solo hecho de pronunciar las palabras Perón, Evita, peronismo, justicialismo…

El primer gobernante de facto de la Revolución Libertadora, el general de división Eduardo Lonardi, líder de la sublevación, asume el 23 de septiembre de 1955 y es sustituido el 13 de noviembre de ese mismo año por el teniente general Pedro Eugenio Aramburu, quien deroga por bando militar la Constitución Nacional vigente sancionada en 1949 y repone el texto constitucional de 1853, con las reformas de 1860, 1866 y 1898.

La “Revolución Libertadora” clausura el Congreso Nacional y depone a los miembros de la Corte Suprema y luego de más de dos años de gobierno, convoca a elecciones en las que se impone Arturo Frondizi (52,77% de los votos que incluyen los del peronismo proscripto) que asume el 1º de mayo de 1958.

 

 

 

Revolución Libertadora. La cuarta invasión inglesa

Por Fermín Chavez 1

 

La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.

Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.

La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.

En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía–, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”. En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un ‘contrato de locación de servicios’ con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.

Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos, y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.

El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió “La Prensa” y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.

Finalmente en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional.

  1. FERMÍN CHAVEZ. Revolución Libertadora. La cuarta invasión inglesa en revista Primera Plana Nº 507, 13 de septiembre de 1973.

 

 

 

Entre la conciliación y la revolución

Norberto Galasso

Durante ese período (1953–1955), el gobierno peronista no se decide a adoptar ningún camino definido. Navegando sin rumbo cierto, ensaya políticas propias de cada una de las alternativas posibles, respondiendo, en cada caso, a la diversa presión de los distintos componentes del frente. Esa ausencia de definición lo enreda en contradicciones paralizantes que favorecen las posibilidades del golpe oligárquico. Por un lado, intenta provocar inversiones imperialistas que cubran, por lo menos transitoriamente, las necesidades de capital: así sanciona la Ley de Radicaciones Extranjeras garantizando el giro de utilidades al exterior hasta el 8% del capital invertido (esta ley adquiere contornos “nacionalistas” si se la compara con la adoptada años después por Martínez de Hoz, pero significa una involución respecto a la política peronista del 45); inicia negociaciones dirigidas a desmantelar el grupo de empresas DINIE para demostrar su genuino propósito capitalista y su aversión a las “aventuras estatistas”; concreta un acuerdo ad referendum del Congreso con una subsidiaria de la Standard Oil para explotar petróleo; establece buenas relaciones con el Eximbank. Este giro de buena voluntad hacia el capital extranjero se expresa en las visitas de Milton Eisenhower y Henry Holland, hombres prominentes de la diplomacia yanqui. Al mismo tiempo, los reiterados llamados de Perón a gastar menos y producir más, coronados por el Congreso de la Productividad de 1955, del cual emerge la figura de Gelbard al frente de la CGE, revelan la intención de convertir el esfuerzo popular en la base del crecimiento. En la misma línea, se encuentran la política de austeridad en la administración y el congelamiento de salarios durante dos años. Pero, por otra parte, desde el gobierno aparecen manifestaciones nuevas que permitirían suponer la voluntad de profundizar la Liberación Nacional por carriles revolucionarios: por un lado, el propio Perón se constituye en impulsor de una agrupación de Izquierda Nacional (el Partido Socialista de la Revolución Nacional), dándole no sólo apoyo oficial sino otorgándole su espaldarazo personal en un artículo de “Democracia”, bajo el seudónimo de “Descartes”; además, se acentúan los rumores acerca de la creación de “milicias obreras”, como si hubiese decisión para concretar esa idea acariciada por Evita, de quien se recuerda que mandó adquirir armas en 1952 para la CGT.

Asimismo, el peronismo acentúa política de unidad latinoamericana (convenio con Chile y negociaciones muy adelantadas con Brasil, frustradas por el suicidio de Vargas) que augura una enérgica política antiimperialista. Por otra parte, se produce el conflicto con la Iglesia –una Iglesia preconciliar cuya participación en el frente se verificó siempre desde la derecha– expresión de otro ribete izquierdizante. Ese enfrentamiento lleva a desprenderse de la influencia ideológica del nacionalismo de derecha con su carga de superstición y anticomunismo, abriendo cauce en la Universidad y en los medios de difusión a un desarrollo creciente de las ideas del nacionalismo popular y de la Izquierda Nacional.

En esta época, Perón designa a Alejandro Leloir, de trayectoria yrigoyenista, cercano al forjismo, como Presidente del Partido y a John William Cooke, un nacionalista revolucionario, por entonces, como interventor del Justicialismo en el distrito Capital, lo que revela el propósito de desembarazarse de una burocracia asfixiante que el mismo General ha denunciado como “grupo de alcahuetes” que se ocupan solamente de “negociados y coimas”. También por entonces Perón convoca a los trabajadores ferroviarios a proponer nuevas formas de conducción de la empresa, a modo de cogestión e incluso sugiere a otros gremialistas la posibilidad de que los sindicatos intervengan en el análisis de costos de las grandes empresas a fin de aplicar una justa política de precios. Los desplazamientos a derecha e izquierda –tocando los límites extremos de “la comunidad organizada”– signan así el curso peronista de esos momentos cruciales. Esos desplazamientos resultan a menudo desconcertantes como ante el golpe armado por la United Fruit contra el gobierno revolucionario de Guatemala encabezado por Arbenz: el gobierno argentino, junto al mejicano, se niega a avalar la maniobra yanqui en la reunión de la OEA y luego, producido el golpe, da asilo a más de cien adictos a Arbenz… pero finalmente concluye poniendo presos en Villa Devoto a 29 exiliados.

La conducción pendular opera ahora de manera menos gradual, inclinándose a peligrosos bandazos, a consecuencia de las mayores presiones originadas en que la base del “pacto social” –la renta diferencial– se ha reducido notoriamente. Atacado por la Iglesia en 1954 –pues ésta teme ahora la radicalización de las masas y pretende moderarlas con la creación del Partido Demócrata Cristiano– el gobierno responde frenéticamente no escatimando insulto a los pastores, hasta que la procesión de Corpus Christi –el 11 de junio– se constituye en el prólogo del infame bombardeo a Plaza de Mayo masacrando al pueblo ese nefasto 16 de junio de 1955.

Sin embargo, el gobierno no adopta drásticas medidas represivas e incluso intenta aplacar los ánimos escamoteando información sobre los muertos. Ha sofocado el golpe, pero en vez de llevar a cabo una contraofensiva fulminante, atempera hasta que poco después propone la gran conciliación nacional. Es decir, se desplaza de una posición dura, expresada en la furibunda campaña periodística anticlerical, a una posición conciliadora que el propio Perón formula el 14 de julio anunciando que ha dejado de ser “el jefe de la revolución para ser el presidente de todos los argentinos”. Ya antes, en 1953 había ofrecido sus brazos afectuosos a la oposición provocando la aceptación de Pinedo, aunque luego las tratativas se frustraron.

Ahora también la “pacificación” es desechada por los partidos antiperonistas, pero este ofrecimiento del General debe ser recordado pues él lo reiterará en 1974. Es decir, si no se puede o no se quiere avanzar en una política nacionalista revolucionaria, se inician políticas conciliadoras pues se están reduciendo notoriamente las condiciones materiales necesarias como para repetir “la comunidad organizada” del 45. En esta ocasión, el rechazo de la oposición conduce a Perón al discurso agitativo del 31 de agosto donde se compromete a seguir adelante con su política popular y amenaza con que “por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de los de ellos”.

De la pacificación a la guerra en pocas horas significa, para los opositores, una prueba de la falsedad de Perón o para otros, de su sicología ciclotímica. Pero solo es resultado directo de lo que ocurre debajo de las aguas: mientras la burguesía nacional presiona para conciliar intentando asegurar, por sobre todo, la continuidad capitalista y poner en caja a los obreros exigentes, éstos, confusamente, apuntan a trascender los límites en que se ha empantanado el peronismo presionando en el sentido de profundizar la Revolución.

Ya los proyectos resultan demasiado antagónicos como para avanzar a través de una síntesis. Ya la indefinición se torna debilidad ante los problemas acuciantes sin resolver. Del frente del 45, casi nada queda, ahora que un importante sector de las Fuerzas Armadas, bajo la influencia del nacionalismo clerical, se desvincula del frente. Tampoco la burguesía nacional está dispuesta a seguir a Perón en sus “desvaríos” del 31 de agosto.

Igualmente, sectores de clase media de modestos recursos también amainan sus entusiasmos por ese Perón que en momentos críticos distrae demasiado tiempo en el deporte. Aquel poderoso frente nacional del 45 ya no existe. Sólo la clase trabajadora permanece sosteniendo al gobierno. La oligarquía comprende el peligro que la acecha y la oportunidad que se le presenta.

En ese escenario político, se produce el golpe militar del 16 de setiembre de 1955. La Revolución Nacional inconclusa El gobierno peronista ha sido derrocado porque el frente nacional ha entrado en disgregación. Sólo los trabajadores han golpeado las puertas de los cuarteles exigiendo armas para jugarse “la vida por Perón” en esos días tremendos de setiembre. Tanto la burguesía nacional como la Iglesia y buena parte de las Fuerzas Armadas han avizorado, con terror, “hordas rojas” en las plazas de la Argentina.

Sin embargo, apoyándose en el sector leal de las Fuerzas Armadas –aún sin recurrir a la movilización y armamento de los obreros– el gobierno hubiera podido conjurar el golpe. Así surge de las memorias de los participantes (tanto de los hijos de Lonardi, como de los recuerdos de Bonifacio del Carril). Aramburu ha sido derrotado en el litoral; la insurrección de la Base Naval de Río Santiago está sofocada; Lonardi, en Córdoba, controla “apenas el metro cuadrado de suelo que pisa” mientras las fuerzas de Morelos, Iñíguez y Sosa Molina avanzan hacia Córdoba y Puerto Belgrano. Sólo la flota comandada por Isaac Rojas –y abastecida presumiblemente en alta mar por buques ingleses– se convierte en el reducto más difícil de sofocar, pero con ella solamente no es posible derrocar al gobierno. Campo de Mayo y otras unidades importantes continúan leales a dos días de iniciada la lucha, lo mismo que la casi totalidad de la aviación. Lagos se ha insurreccionado en Mendoza, pero uno de los regimientos lo hace cantando la Marcha Peronista suponiendo que va en ayuda del gobierno. En Santiago del Estero, cuando el Gral. Iñíguez se informa de la rendición, se desconcierta y estalla en un acceso de furia. ¿Por qué, entonces, Perón no reprime a los insurrectos? Él dirá, en primer término, que recordando el drama de la guerra civil española quiere, por sobre todo, “evitar el derramamiento de sangre entre hermanos” aunque era previsible, como ocurrió, que la sangre derramada, sería, en el caso de una derrota, la de sus propios militantes. Después, argumentará que su renuncia fue entregada a un grupo de generales, sólo para negociar una solución y que éstos lo traicionaron. Jauretche, por su parte, sostuvo que la egolatría de Perón lo llevó a considerar que el golpe militar era contra su persona y no contra el pueblo, ni contra el proceso de Liberación. Si hubiese sido así –comenta Jauretche– era correcto no derramar sangre por un hombre, pero el golpe oligárquico era contra el proceso de Liberación Nacional que el pueblo estaba desarrollando y por esta razón, era necesario combatir.

Creemos, sin embargo, que existieron causas más profundas que condujeron a la renuncia del presidente y que ellas están dadas por esa encrucijada que vivió el peronismo, sin lograr resolverla, entre 1953 y 1955. Es cierto que Perón evidenciaba en esos años un gran cansancio y una gran soledad, como él mismo lo manifestara.

A la desaparición de Evita y la pérdida del empuje de los primeros años, le siguió la conformación a su alrededor de una burocracia obsecuente y asfixiante. Lo que va de Mercante –rodeado del equipo forjista– a Aloe, blanco de los chistes de la oposición, es una distancia tan apreciable como la que se verifica en el campo gremial, desde Armando Cabo a Di Pietro, quien aconsejó paciencia en 1955 porque el gobierno de Lonardi prometía respetar las conquistas sociales. Lo que va del Perón que lanzaba fuertes invectivas contra la oligarquía (“las fuerzas vivas son los vivos de las fuerzas”) o reivindicaba a la Revolución Rusa en el Ministerio de Guerra, allá por los cuarenta, al Perón demasiado absorbido por el deporte en 1954, señala también el agotamiento. Pero en lo profundo de los acontecimientos –más allá de factores personales– es más razonable suponer que el General comprendió que se encontraba ante límites infranqueables que la realidad oponía a sus propósitos. Ante la encrucijada, ante el camino que se bifurcaba, él no estaba dispuesto a optar: el peronismo no gobernaría sin expresar a esos obreros que lo habían rescatado aquel día glorioso del 45, pero tampoco daría un salto en el vacío profundizando trasformaciones económicas y sociales que lo llevarían, seguramente, demasiado lejos, por rumbos imprevisibles. Ante esa disyuntiva insoluble, era preferible apartarse en la plenitud de su prestigio, conservando la lealtad fervorosa de las masas, a desgastarse bajo presiones contradictorias a las cuales ya no podía –como antes– sintetizar en una política superadora. El retorno oligárquico del 55 (proimperialismo, política antipopular, persecución a los sindicatos, intento de destrozar la memoria de aquellos años), deviene así directamente de la negativa de Perón a convertirse en títere de una burguesía traidora y un imperialismo rapaz, así como de su impotencia para dar una salida revolucionaria, dada la ideología expresada en la “comunidad organizada” como correlato del frente policlasista.

Por esta razón, el proceso de Liberación Nacional se interrumpe, la Revolución queda inconclusa. La película deja de proyectarse hacia adelante mientras los más fervorosos gorilas del 55 pretenden incluso dar vuelta los carretes para regresar al 3 de junio de 1943. A partir de esta derrota, el peronismo inicia una experiencia nueva, con su líder desterrado, convertido su nombre en palabra impronunciable, con sus sindicatos intervenidos y sus delegados presos, con los trabajadores poniendo en marcha una heroica gesta: “la resistencia”.

Fuente: Centro Cultural “Enrique Santos Discépolo”, Cuadernos para la Otra Historia [2003]

 

 

 

Entrevista a Eduardo Lonardi

Raúl Morales Álvarez 1

Excelencia, el Movimiento Revolucionario que usted encabeza ha recibido el apoyo de los grandes partidos políticos de la Argentina, como los demócratas, los socialistas y las dos tendencias que dinamizan la UCR, bien, pero queremos hacerle una pregunta irreverente; ¿Qué cabida tendrá, o mejor dicho que actitud tendrá el gobierno provisional con los comunistas?

“La Revolución ha contado con la simpatía de los partidos democráticos, y contó con su efectivo apoyo cuando fue necesario y hubo oportunidad de prestarlo. El gobierno fijará más adelante las normas relativas a los partidos que incluyen principios del totalitarismo en sus programas.”

Presidente, sobre el peronismo ¿lo considera usted como algo desarraigado del alma popular argentina? Dicho de otro modo ¿cree usted que el peronismo está derrotado por la caída de Perón? ¿Cómo juzga usted al peronismo en cuanto poderío electoral? ¿Cómo un fantasma, un mito, o algo, en cambio, que es necesario sopesar y concretar?

“El país está desilusionado del peronismo. La Revolución Libertadora habría sido imposible en caso contrario”.

Abundando sobre estos mismos temas ¿Cuáles cree usted que serán los caminos más viables y apropiados para “desperonizar” a los que aún se mantienen “peronizados”?

“Lo más eficaz es el contraste entre la administración anterior y la nuestra, respetuosa de la libertad y exigente en lo que se refiere a moral de los funcionarios”.

Queremos insistir general sobre los mismos tópicos. ¿Puede calcularse, por ejemplo, el monto de la fortuna ilegal lograda por Perón? ¿En cuántos millones de dólares? ¿Cuál será el destino de esta riqueza? Si ella es ilegal, ¿podría reivindicarse el Gobierno aún en el caso de que esté depositada en bancos extranjeros?

“Todas estas preguntas tendrán respuesta judicial o policial cuando sea pertinente”.

¿Cuándo estimaría usted oportuno el instante de convocar a elecciones? ¿Podría precisarnos la fecha y afirmar para dentro de qué tiempo?

“Cuando estén preparados los instrumentos electorales se llamará a elecciones”.

¿Postulará usted a un cargo rector dentro de los destinos argentinos si así se lo exigieran las fuerzas morales que dieron nacimiento a la Revolución que derrocó a Perón?

“Terminado el gobierno provisional volveré a la vida privada”.

Sectores de la opinión pública estiman que esta revolución es obra de las fuerzas armadas, derecha y clero ¿Es correcta esta apreciación?

“La revolución propiamente dicha, es obra de las Fuerzas Armadas, ciudadanos amantes de la libertad de todas las tendencias, nos han prestado su valiosísimo apoyo. En cuanto al Clero, sin perjuicio de la ayuda que individualmente prestaron sus miembros, le cupo un papel de primer orden en la preparación del ambiente revolucionario, por la defensa brillante de la religión y de las piadosas tradiciones del pueblo argentino”.

¿Apoya usted la formación de un nuevo y fuerte Partido Demócrata Cristiano que vendría en cierto modo a reemplazar dentro de su gobierno a lo que fue el Partido Peronista en el pasado régimen?

“Quiero mantener la más absoluta imparcialidad respecto de todos los partidos políticos”.

En los diez años de dictadura, ¿cuál ha sido la curva inflacionaria con que el peronismo flageló al país? ¿Podría hacer usted un verdadero, necesario y hasta cruel diagnóstico de la vida económica del país?

“Las curvas de inflación las determinarán los técnicos en economía. En lo económico, el peronismo fue un desastre mucho mayor que lo calculado antes de la Revolución. A todo se pondrá remedio”.

Sobre este mismo punto, ¿cuál será el futuro rumbo económico que el Gobierno Provisional impondrá al país? ¿Retornará el liberalismo económico, anulando los controles del IAPI ¿Continuará en funciones este mismo organismo? Los estudios del Dr. Prebisch, ¿serán fundamentales para la nueva política económica argentina?

“El DR. Prebisch presidirá el asesoramiento económico. No se adoptarán reformas, aun las que parezcan más obvias, sin el consejo autorizado de especialistas rectos y patriotas. Mi deseo es dar la mayor libertad posible, incluso en lo económico, para que la iniciativa de los particulares, con su inextinguible capacidad creadora, contribuya de modo eficaz a remediar los enormes perjuicios causados por el peronismo. Esta plaga totalitaria nos ha hecho más daño que si hubiéramos perdido una guerra”.

En su aspecto económico más íntimo, ¿cuál será el destino de la Fundación Eva Perón?

“También ahí tiene la palabra el asesoramiento económico. En todo caso, me parece que la Fundación puede utilizarse para instituciones públicas en beneficio común.”

“Quiero que usted acepte mis excusas. Pero usted comprende que en los actuales momentos, Eduardo Lonardi no es ni siquiera un hombre de hogar. Con decirle que he tenido que variar por completo los horarios de una vida normal, sometiéndome a lo que necesariamente es sorpresivo. ¿A qué horas cena usted, por ejemplo? Entre las 8 y las 9 de la noche, ¿verdad? Bien. Yo lo hago a las 11, las 12, a la 1 de la madrugada, y a veces, no ceno. ¿Qué le parece? Dejemos, para otro momento las preguntas que faltan”.

  1. Revista “Ahora”, 25 de octubre de 1955 (días antes de su destitución). Fuente: www.elhistoriador.com.ar

 

 

 

 

No debemos volver al Plan Prebisch

Mónica Oporto

Una vez producido el golpe militar del 16 de setiembre de 1955 que derrocó al gobierno del Gral. Juan Domingo Perón,  llegaba al país el Dr. Raúl Prebisch. Se había desempeñado junto a Federico Pinedo 1 en el régimen del gral. Justo durante la “década infame”; posteriormente fue funcionario de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina).

Prebisch había sido convocado por aquellos días de 1955 por los gobernantes de facto para elaborar un informe acerca del estado de la economía argentina.

El informe Prebisch fue analizado por Arturo Jauretche quien concluyó en que éste había realizado una manipulación arbitraria de las cifras y que había inventado una crisis para justificar las medidas que posteriormente propuso y que fueron adoptadas por los militares de la fusiladora.

Para ejemplificar la aseveración acerca de la manipulación de la información realizada por Prebisch, Jauretche cita a Lisandro de la Torre quien había señalado que Prebisch era capaz de “probar que dos y dos son quince y de prevalerse de la ignorancia del público acerca de aspectos muy especializados de la economía” 2.

Por eso fue absolutamente lapidario al decir que ese informe era: “un informe político adornado con numeritos” 3 que, de hecho, satisfacía a los que habían contratado a Prebisch que, elípticamente, se convertía en mercenario de los números a las órdenes de la patronal golpista.

Don Arturo señaló, además, que por entonces tanto la izquierda como la derecha, se mostraron de acuerdo con el señor Prebisch en eso de cargar sobre las espaldas del gobierno derrocado “las consecuencias inexorables de las reformas que ha empezado a producir” 4. Factura en anticipación lo que se viene, pero lo tiene que pagar el que fue derrocado.

Pero lo más significativo es que el informe de Prebisch contenía flagrantes contradicciones en que había incurrido el economista que, unos meses antes del golpe de Estado. ¿Cómo explica Prebisch que desde su cargo en la CEPAL había emitido una opinión absolutamente favorable sobre la economía argentina y ya al servicio de la fusiladora lo puso en las antípodas? Jauretche cree que hay “dos Prebisch, el que realizó aquél informe favorable y el otro que trabajó para la fusiladora…” 5

Jauretche propuso por entonces un debate público en los principales diarios del país. Prebisch se hizo el sordo ante el pedido de debate.

Es que había que hacer pasar lo más inadvertido posible que  el plan establecería la misma economía que había prevalecido durante la “década infame”, en total consonancia con las grandes potencias imperialistas que fijaban que la misión de Argentina debía ser abastecedora de materias primas (especialmente alimentos). Era dar marcha atrás y restaurar la colonia, con la consecuente baja en el nivel de vida del sector popular que había crecido no sólo en número sino en recursos y acceso al consumo. El plan Prebisch significaba un retorno al coloniaje.

Jauretche puso en evidencia que en la preparación del informe, el prestigioso economista había contado con la colaboración de otros “ilustres” economistas como Roberto Alemann, Cueto Rúa, Adalbert Krieger Vasena…, que constituían “una verdadera operación imperialista de desembarco”.

Es que cuando un gobierno por primera vez experimentaba un proyecto de economía nacional, contando con voluntad política para plantear un proyecto de país que pusiera fin a la dependencia de los círculos financieros y económicos del exterior priorizando el desarrollo del mercado interno y apoyando el crecimiento de una industria propia, aparecían los que desde las antípodas proponían –e impondrían– volver a las políticas de sujeción, achicamiento, ajuste. (…) hoy tenemos muchos “Prebisch” analizando la cuestión económica y pretendiendo volver a una economía donde el mercado sea el rey.

Cuando Jauretche terminó de escribir su libro El Plan Prebisch o el Retorno al Coloniaje lo llevó a la imprenta Argentinisches Taggeblatt que era propiedad del Dr. Alemann. Allí siempre había hecho imprimir sus publicaciones. Aquella vez pasaron varios días sin que tuviera noticias sobre la publicación de la obra. Finalmente le contestaron que “el doctor Alemann había ordenado que no se imprimiera en esa imprenta”.  Jauretche lo hizo imprimir en otra imprenta, y “sus cuarenta mil ejemplares circularon rápidamente” sin embargo el secuestro llegó enseguida aunque afectó a una pequeña parte de la edición. El único que conocía con anticipación esta edición era Roberto Alemann.

 

  1. FEDERICO PINEDO (Buenos Aires, 22 de abril de 1895 – ibíd., 1971), fue un abogado, político, historiador, parlamentario, y economista argentino. Se desempeñó como Ministro de Hacienda en el gobierno de Agustín P. Justo, Roberto Marcelino Ortiz durante la llamada Década Infame, y en el gobierno de José María Guido.
  2. JAURETCHE, ARTURO. Que al Salir Salga Cortando. Segunda parte de las polémicas, Buenos Aires: Los Nacionales Editores, 1982, p. 109.
  3. JAURETCHE, ídem, p. 114.
  4. JAURETCHE, ídem, p. 115.
  5. JAURETCHE, ídem, p. 118-119.

 

(http://revistaidayvuelta.blogspot.com.ar/)

 

 

 

Jauretche

“Cuando en 1955, algunos sectores que conspiraban contra el gobierno de Juan Domingo Perón vinieron a proponerle a don Arturo (Jauretche) sumarse al golpe contra Perón, rechazó el ofrecimiento porque sabía que quienes estaban detrás de ese derrocamiento querían quitarle a la clase trabajadora las conquistas que había alcanzado. Él siempre tuvo en claro dónde estaban los verdaderos intereses del pueblo” –decía Ernesto Jauretche de su tío Arturo, de quien era permanente colaborador. Ernesto comenzó, luego de la revolución del 55 a editar un folleto que completa una serie de notas que empezaron a publicarse en el diario “El Líder” hasta su clausura por la dictadura del general Aramburu y, 20 años después, en Política y Economía, Peña Lillo, Buenos Aires, 1977, tomando textos de Arturo Jauretche de El plan Prebisch. Retorno al coloniaje.

 

La “Revolución Libertadora”: retorno al coloniaje

Ernesto Jauretche

 

En noviembre de 1955, a dos meses del derrocamiento del gobierno peronista, Arturo Jauretche publicó una respuesta al plan económico elaborado por encargo del gobierno de facto de Aramburu y Rojas.

Jauretche destacaba la siguiente afirmación de Raúl Prebisch. Consejero económico de los militares golpistas: “Una de las medidas imprescindibles que hay que tomar para que el plan sea exitoso, es el ingreso de la Argentina como país miembro del Fondo Monetario Internacional” (el gobierno peronista había resistido con éxito todas las presiones internacionales y nuestro país no era miembro del FMI). Este ingreso se concretaría en abril de 1956.

Para que ello fuera posible, la llamada Revolución libertadora había derogado, por decreto, la Constitución de 1949. Además, había dictado el Decreto 4161 que prohibía la sola mención de los nombres de Juan Perón y Eva Perón, el uso de las palabras peronismo y Justicialismo y toda la iconografía e imágenes simbólicas del peronismo, proscripto como partido político.

Las organizaciones obreras y profesionales así como las asociaciones empresarias nacionales habían sido intervenidas y saqueadas poblaban las cárceles incluida la de Ushuaia, más de diez mil dirigentes políticos y sindicales; las humillaciones torturas y persecuciones los fusilamientos “legales” –bajo la ley militar”– e ilegales, de los representantes de toda manifestación política vinculada a lo que llamaron “la dictadura sangrienta de Perón” inauguraban la vigencia del terrorismo de estado.

Jauretche, en un texto lamentablemente profético, advirtió cuáles iban a ser las consecuencias de la política económica impuesta por la dictadura así como del ingreso de Argentina al FMI. Bajo el subtítulo “¿Hacia dónde vamos?”, afirmaba Jauretche:

“El plan Prebisch significará la transferencia de una parte sustancial de nuestra riqueza y de nuestra renta hacia las tierras de ultramar. Los argentinos reduciremos el consumo, en virtud de la elevación del costo de vida y del auge de la desocupación. De esta manera, no solamente aumentarán nuestros saldos exportables, sino que serán más baratos, lo que será aprovechado por el consumidor inglés que ensanchará su cinturón a medida que nosotros lo vayamos achicando.

La mayor parte de nuestra industria, que se sustentaba en el fuerte poder de compra de las masas populares, no tardará en entrar en liquidación.

Los argentinos apenas sin tendremos para pagarnos la comida de todos los días.

Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida.

Será el momento de la crisis deliberada y concientemente provocada.

Los productores agrarios, que en un momento verán mejorar su situación, no tardarán en caer en las ávidas fauces de los intermediarios y de los consorcios de exportación que muy pronto absorberán el beneficio de los nuevos precios oficiales. Para ese entonces, ya no existirá el I.A.P.I., ni habrá defensa posible. Exportaremos más, pero percibiremos menos por esas exportaciones en razón de la caída de nuestros precios, como efecto directo de la reforma cambiaria.

Luego, a medida que se destruya el sistema de comercio bilateral y entremos en la zona de la libra esterlina, tendremos que comenzar a ceder a la presión del ‘único comprador’.

Llegado ese momento, no habrá más remedio que aceptar sus imposiciones, porque estará cerrada toda otra posibilidad.

Se cumplirá así una clara sentencia de Prebisch: Las economías débiles no colaboran, se subordinan fatalmente.

Y completará esta apreciación de 1955, que 50 años después será cruenta realidad:

Mientras tanto, nos iremos hipotecando con el fin de permitir que falsos inversores de capital puedan remitir sus beneficios al exterior. Y como nuestra balanza de pagos será deficitaria, en razón de la caída de nuestros precios y de la carga de las remesas al exterior, no habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir.

Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota o las usinas.

Poco a poco se irá reconstruyendo el estatuto del coloniaje, reduciendo a nuestro pueblo a la miseria, frustrado en los grandes ideales nacionales y humillándonos en las condiciones de país satélite…

Sólo aspiro a que el lector, superando toda bandería y todo sectarismo, se aboque a la verificación de las cifras y de los hechos consignados. Que no se deje encandilar por los fuegos artificiales de los hombres ‘magos’ de esas creaciones míticas con que los imperialismos pretenden explotar la ingenuidad de los pueblos jóvenes…

Pocos años más tarde, Jauretche responderá al ministro de Economía Alvaro Alsogaray, que planteaba la cuestión entre “dirigismo” y “libreempresismo”:

“El dirigismo tiene el sentido que le da el que dirige, y siempre hay dirigismo. Sólo que se llama dirigismo cuando dirige el Estado y libertad económica cuando dirigen los grupos monopolistas particulares, que en los países coloniales o semicoloniales no son muy particulares, porque a su vez están dirigidos por la política del imperio predominante”.

Y se refirió en estos términos a las medidas adoptadas por Alsogaray en la línea de privatizar la banca pública:

“El que tiene la dirección de la banca tiene en sus manos el factor más eficiente de desarrollo del país o de retraso; si los bancos están orientados por la sociedad, responderán a los intereses de esa sociedad, y promoverán las actividades que a ella le convienen. Si están orientados por los intereses privados, promoverán el estacionamiento del país en la esfera exclusiva de esos intereses privados. Y en un país colonial, donde los más poderosos intereses privados están regidos por la política de los consorcios extranjeros, la acción de la Banca se dirigirá precisamente a mantener las condiciones coloniales…”

“El que maneja el crédito maneja más la moneda que el que la emite… El que maneja el crédito maneja más el comercio de exportación e importación que el que compra y el que vende…, estimula determinadas formas de producción y debilita otras; establece qué es lo que se ha de producir y que es lo que no: determina lo que puede y lo que no puede llegar al mercado con facilidades de venta, y maneja por consecuencia el consumo. El que maneja el crédito crea moneda de pago y poder adquisitivo…, decide qué se produce en el país y qué no se produce, quién lo produce, cómo lo produce, cómo lo vende y cómo lo acapara, a dónde lo exporta y en qué condiciones; determina las condiciones de la plaza, incide en la bolsa, todo, en una palabra”.

“El secreto de la prosperidad o la decadencia, del desarrollo o del atraso, está en gran manera en los bancos. Las disposiciones jurídicas, las leves de promoción, la organización de los negocios, no son más que la anatomía de la sociedad económica. El mismo transporte es también anatomía. Pero el dinero es la fisiología de una sociedad comercialista. Es la sangre que circula dentro de ella, y el precio del dinero, su abundancia o escasez, está determinado por el sistema bancario…”

“Pero el dinero de los bancos no es de los bancos. Es de la sociedad toda que allí lo deposita y de allí sale multiplicado en forma de préstamo…”

“Así, si crear moneda es una función del Estado, que éste debe vigilar cuidadosamente para adecuarlo a las condiciones del mercado, no es explicable que se pretenda que crear crédito, que es crear mucha más moneda, es actividad privada. Destruir la nacionalización de la banca fue y es un objetivo fundamental de los cipayos”.

Ante la política de promoción a las exportaciones agropecuarias en detrimento del mercado Interno y la manufactura impulsado por los gobiernos posperonistas, dirá más adelante:

“La diversificación y la industrialización en el mercado interno levantan el nivel de vida, al ofrecer trabajo abundante y remunerado. No sólo son precursores de la expansión hacia otros rumbos del comercio internacional, sino que convierten al país productor en un mercado propio, competidor del metropolitano, tanto porque el alza del nivel de vida –como consecuencia del mayor poder adquisitivo de la población– la hace consumidora y por consecuencia competidora del tradicional, como porque alza los costos que el país dominante trata de mantener bajos. País de pocos patrones y ‘peones de pata al suelo’ es lo que Alsogaray quiere”.

“Una población rica implica una fuerte demanda interna, y sobre la base de esa demanda interna se crean nuevas formas de producción, que se desarrolla a expensas del mercado interno hasta que han adquirido su plena capacidad, y están en condiciones de salir a la conquista de otros mercados. La subversión de las ideas básicas explica que se haga necesario desarrollar estos conceptos elementales”.

Por fin, Jauretche hacía también una alusión a su método:

“Habrá en esto redundancia como en todos mis trabajos, pero conviene no olvidar que persigo un fin didáctico, por lo que hay que caer y volver a caer sobre lo mismo para compensar, con la reiteración, el ocultamiento de las verdades que se dicen, de que se ocupa el mecanismo de la publicidad, que a falta de elementos de convicción utiliza su difusión masiva y continuada para la deformación del pensamiento argentino, cultivando memorias y olvidos maliciosos”.

Y rematará su anatema publicado bajo el título “Retorno al coloniaje”, con una impresionante exhortación:

“Bajo el falso pretexto de una crisis económica sin precedentes, está por consumarse la gran estafa a los intereses y a las aspiraciones de la nacionalidad. Ha llegado la hora en que, por encima de los transitorios rencores internos, cada argentino asuma la responsabilidad que le compete…

En la reforma económica está el secreto de nuestro porvenir libre o esclavo, del bienestar o de las penurias de los argentinos y del juicio definitivo que la historia formulará sobre los hombres y las instituciones que asumieron la responsabilidad de mandar en esta tierra”.

 

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