17A. Marcha…, atrás

Mario Bellocchio. Una marcha –la del 17– tan heterogénea como cargada de reclamos insostenibles en el análisis donde libertad, democracia, justicia y tiranía se mezclaron con los encendidos improperios al confinamiento y a la vacuna.

Acordando que algunos comportamientos comerciales y abusivos de la industria farmacéutica no son la mejor ayuda para cimentar prestigio de todo lo que de ella provenga; que su facturación en el mundo de casi U$S 1.000 billones (un uno seguido de 15 ceros) –el 1,3 % del PBI mundial aproximadamente–, produce poderosos conflictos de intereses; que las disputas entre homeopatía y alopatía son de nunca acabar y que la farmacopea, llamémosle, de laboratorio –cuyos prospectos en tipo 4 requieren lupa de lectura– tiene muchas más contraindicaciones que las deseables, resulta explicable, cuanto menos, que la aceptación pública se incline considerablemente hacia la llamada medicina naturista y las recetas curativas caseras sin que ello pruebe conocidos axiomas de que el agua de mar, el limón, la cebolla y el ajo hacen milagros –ni tantos como sus adherentes aseguran ni tan pocos como la farmacopea desearía–.

La ausencia –todavía– de una vacuna totalmente probada lista para ser inoculada y de un tratamiento certificado, son campo fértil para la charlatanería y el curanderismo. Aun hoy se esgrime cuando se quiere certificar la calidad de la medicina “casera” el conocido tratamiento –eficaz según se aduce– del “herpes zoster” (la culebrilla) con tinta china. Y el conocido remate de este relato refiriendo siempre alguna anécdota de un médico que se excusó de su juramento hipocrático y recomendó a un paciente la asistencia a una curandera.

No hay estadística sobre cuántos superaron el doloroso herpes con la tinta china y a cuántos mandó a una internación por infección grave. Pero el mito sigue vigente, aun hoy día en que con un fake-new* se puede invadir las redes con charlatanes verborrágicos de publicidad tipo “¡¡Llame ya!!” asegurando invocar una prestigiosa institución que los respalda.

Toda la ansiedad, el hartazgo y las dificultades económicas que producen el encierro proveen un justificativo de primer orden a las experimentaciones de medicamentos que no logran aprobación de los organismos oficiales excusando el rechazo con los “intereses” que opone la poderosa industria farmacéutica, que “tiembla” ante el dióxido de cloro y, sobre todo, ante el ominoso resultado de la ingesta de sus ya verificadas estadísticas de muerte.

Se agrega a este sucinto listado la aparición de los tremendistas. Veladas –y no tanto– declaraciones de estadistas mundiales acerca de la inviabilidad del explosivo crecimiento demográfico y la “necesidad” de detener drásticamente su progresión, han dejado campo fértil al derrame verborrágico sobre teorías –que se difunden como certezas sin nada que las pruebe ni institución seria que las avale– basadas en que la vacuna de fabricación propia que se va a lanzar en Argentina es una droga que distribuida a nivel mundial va a “liquidar” al 80% de la humanidad: así de contundente el juicio. No se provee siquiera teoría alguna sobre cómo se distribuiría en el tiempo la letalidad de la droga para disimular la toxicidad y las muertes, antes de que “se avive” el resto de que lo que se aseguró que cura, en realidad mata.

Lo que queda muy a la vista es que el tremendismo fatalista y el negacionismo parecen ser las únicas armas con que cuenta una oposición descontrolada, desesperada por usufructuar el hartazgo del encierro y el obvio deterioro económico que se torna insostenible y que se mezclan –como agua y aceite– en una emulsión pastosa que incluye “Fuera comunistas de la Argentina”, “El peronismo es el virus”, “Tomamos dióxido de cloro y estamos sanos”, “No a la reforma judicial”, “Argentina sanmartiniana, jamás bolivariana”, “No a la vacuna, sí a la libertad”.

Finalmente –para esta breve nota, claro está–, basados en afirmaciones de discutible veracidad médica pero atractiva argumentación que se cuela en el hartazgo del confinamiento prolongado, surgen agrupaciones como “Médicos por la verdad”, una asociación que en su aspecto médico resulta ser negacionista del coronavirus, que rechaza el confinamiento y es contraria a la vacuna y también al uso de barbijos. Dicen que el COVID-19 no es mucho más que una gripe y, de paso, apoyan políticamente las marchas antioficialistas como la del 17 de agosto.

  • (*). Fake new: noticia falsa, es un tipo de falsa verdad que consiste en un contenido pseudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación.
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